*VERBA MINIMA #14* Por Orlando Castillo
Pero la “mass-stream-media” que hoy
lo condena y excecra lo apoyó y aplaudió endiosándolo; fue precisamente
Twitter, quien lo convirtió en su niño mimado, la que le cortó definitivamente
su cuenta personal, no permitiéndole siquiera operar desde la oficial (@POTUS)
como Presidente en ejercicio. Es que tal omnímodo poder había proclamado el 7
de noviembre del año pasado al candidato demócrata Jose Biden como “Presidente
Electo” sin que todavía lo hubiese hecho el Colegio Electoral y además sacó del
aire en radio y televisión al Presidente en ejercicio, diciéndole con esto al
mundo quién realmente manda y decide en nuestro planeta. Así que Trump, que
gracias a ese poder llegó a la Casa Blanca en 2014 aun perdiendo el voto
popular pero con el voto favorable del Colegio Electoral, prueba ahora una quemante
cucharada de su propia medicina en esa confrontación de poderes en la que una
vez resultó victorioso y hoy sale con las tablas en la cabeza.
Este aplastante poder, que no se vale
de tanques ni cañones para imponer su voluntad, es una fundamental y decisiva
fuerza que está presente en esta férrea lucha por el control del Estado burgués
y neoliberal yankee en la cada vez más fracturada sociedad norteamericana.
Trump es simplemente la expresión de una de las partes contendientes en pugnaz
batalla por el control y dominio político, económico, militar y cultural de la
nación estadounidense, garantía a su vez del control cada vez más elitesco del
resto del mundo.
Al momento de escribir el presente
artículo se discute tanto en la cúpula del Partido Demócrata como en la propia
Directiva del Congreso de los EEUU el enjuiciamento político a Donald Trump.
Llama la atención la aparición de una encuesta de Reuters del sábado 9 de enero
que señala que 53% está de acuerdo con el juicio político y 47% lo rechaza.
Resulta paradójico que ante hechos que la mediática ha considerado como muy
graves, la opinión que refleja esta encuesta no da signos de mucha preocupación
pero sí deja ver la división y polarización extrema de la sociedad
estadounidense. Sin embargo, el demagogo delirante pareciera estar viviendo su
ocaso político: si se concreta el mencionado juicio y el Congreso lo sanciona,
Trump quedaría inhabilitado para lanzarse como candidato presidencial para las
elecciones del año 2024. Ello sería un golpe que según algunos analistas le
cortaría las alas al tremendamente polémico personaje. Pero de irse Trump no
solamente de Presidencia sino de la política ¿desaparece el Trumpismo?.
Indudablemente que no pues cerca de 75 millones de personas lo votaron. Una
parte importante de esta millonaria masa de votantes que lo apoya
fervorosamente estará muy pendiente de su actuación, de sus ideas y de su
opinión. Por eso, anticipándose a futuras eventualidades, Trump, con la excusa
de no tener suficiente dinero para pagar al numeroso equipo de abogados que
llevó adelante sus múltiples demandas judiciales, recolectó entre sus más
cercanos unos 200 millones de dólares, lo que representa un importante capital
para llevar adelante la conformación de una plataforma comunicacional de
páginas digitales y emisoras de radio y TV que le permitan tener -como él mismo
afirmó- “una gran voz para no dejarse acorrarlar”. Obviamente, está preparando
una estructura mediática que lo mantenga políticamente activo. Ya no estará en
la Presidencia si se activa el juicio y es condenado pero ahí estará presente
la importante base Trumpista que lo sigue.
Toda la situación de fractura de la
sociedad estadounidense se hará sentir también en los partidos Demócrata y
Republicano y este último, mayormente impactado, es probable que se divida y
surja una nueva organización que agrupe a los Trumpistas. Ello a su vez
dividirá y polarizará aún más a la sociedad en su conjunto y profundizará la
confrontación con tal intensidad que hay calificadas voces que indican que cada
vez es más real la posibilidad de una guerra civil, cuyos ingredientes son de
vieja data en los EEUU: racismo, esclavismo, supremacismo, desiguldad,
intervencionismo, militarismo, entre otros. Aparte de lo anterior, es innegable
el papel predominante que juegan las todopoderosas corporaciones que conforman
el poder real absoluto: el complejo militar, industrial, comunicacional y
cultural. Esta élite dirigente concentra en privilegiadas manos el destino de
la nación que a su vez controla una parte importante del poder mundial.
A partir de esta experiencia que está
en desarrollo, de la confrontación interna en los EEUU y su manera histórica de
resolverla, notamos de inmediato el avasallante poder de los “mass-media”:
estos fueron decisivos con Trump y lo serán igualmente sin él. Resuelven quién
puede comunicarse y a qué nivel, pero siempre decidiendo las cuestiones
vitales, fundamentales. Tal situación pone de relieve la necesidad de una lucha
de los pueblos auténticamente democráticos y soberanos del mundo no solo por la
autodeterminación política y económica, sino también por la plena soberanía
comunicacional que rompa con el control y dominio mundial de Twitter, Facebook,
Google e Instagram. Se requiere pensar seriamente en mecanismos legales que
puedan regular la discrecionalidad que sobre los medios de comunicación tienen
las grandes y autónomas corporaciones. El otro aspecto importante en este real
juego de tronos es cuál va a ser la posición, la política que van a desarrollar
las fuerzas políticas y sociales que no se sienten representadas o
interpretadas por las dos caras de la maquinaria política (demócratas y
republicanos) cuál será su lectura y actuación en tan decisivos
acontecimientos. ¿Podrán desarrollar una propuesta de acción, organización y
fuerza estructurada fuera del redil bipartidista? ¿Cuál será el futuro de los
movimientos sociales, particularmente los afroamericanos y los latinos?
¿Seguirán siendo simples cajas de resonancia de una política que no los
reivindica verdaderamente? No les queda otra alternaiva que construir una
política con sentido autónomo, con ánimo independiente, con objetivos propios,
y ser capaces de construir una fuerza no solamente electoral sino social.
La reivindicación de empleos con
mejores salarios y mejores condiciones sociales, la lucha contra la desigualdad
y la desunión, la genuina inclusión política y social son banderas no solamente
necesarias sino urgentes. Posiblemente el Trumpismo, ante tan sentidas y justas
demandas, tratará de ser el “ángel vengador” de todas estas contradicciones y
es probable, también, que la brecha o grieta política, económica, social y
cultural se profundice. Es que la crisis estructural del capitalismo, la lenta
pero persistente agonía de la democracia liberal burguesa, el desvanecimiento
del llamado “sueño americano” constituyen un verdadero torbellino de
acontecimientos que profundizarán la división que como sociedad en plena
ebullición es el signo de la aún poderosa pero menguada, contradictoria,
cambiante, desigual, racista, supremacista, amoralmente religiosa, nación
norteamericana: ella puede asustarse al ver sus propias miserias y su alocada
élite dominante pued buscar salvarse con el uso de las fuerzas guerreristas en
su propio territorio o como tantas veces lo ha hecho, llevando la guerra a
otras latitudes.
Desde nuestra Patria hacemos votos
por la paz y trabajemos en el mundo para que el seguro futuro no sea la
violencia destructora sino la solidaridad y el respeto internacional que sea
garantía de buen vivir. Trabajemos con fuerza para fortalecer la unidad
suramericana, nuestramericana, como punto de equilibrio geopolítico que pueda
servir de faro luminoso, de conciencia pacífica regional para el resto del
mundo y ayudar a que la paz, la auténtica democracia y el respeto internacional
produzcan en nuestro suelo Americano que en unidad y soberanía se disipen las
tentaciones guererristas y se haga de América Latina un continente de paz.
Finalmente, para avanzar en este
sentido desde Venezuela decimos que debe ponerse fin a la política de bloqueo y
sanciones unilaterales totalmente injustas y criminales, pues atentan contra la
seguridad y la vida de todo un pueblo que en su historia nunca ha agredido a
otros pueblos y por el contrario es ejemplo de respeto a la autonomía y
soberanía, siendo históricamente solidario con otras naciones del mundo en sus
necesidades y esperanzas de justicia e igualdad.
¡2021: AÑO BICENTENARIO DE CARABOBO,
LA VICTORIA ES NUESTRO SIGNO!
¡SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO
NORTEAMERICANO EN LUCHA!
¡JUNTOS NOS CUIDAMOS, UNIDOS NOS
SALVAMOS!
¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA.
VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
*Orlando Castillo* - Ex-Constituyente
por el Sector Trabajadores. Miembro del Consejo Consultivo de la CBST.
10 de enero de 2021
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