miércoles, 13 de enero de 2021

*TRUMP SE VA, EL TRUMPISMO QUEDA AL ACECHO*

 

*VERBA MINIMA #14* Por Orlando Castillo

 *TRUMP SE VA, EL TRUMPISMO QUEDA AL  ACECHO*

 
Algunos dicen que Donald Trump es imprevisible, sin embargo el hombre del copete amarillo siempre ha dicho anticipadamente lo que cree y sobretodo lo que piensa hacer. Para muestra un botón: el pasado 27 de julio de 2020 aseguró que “los Demócratas preparan un fraude para las elecciones del 3 de noviembre a través del voto por correo”.

Es decir, hace ya más de cinco meses estuvo mostrando sus cartas, cantó su jugada. A partir de entonces, hasta el día de hoy, ha mantenido la misma cantaleta: “soy víctima de un fraude”, “me han robado las elecciones”. Entonces este personaje no era tan melifluo e incostante. Simplemente tenía un plan, una estrategia, y la está llevando hasta el final. A través del Twitter, su herramienta favorita, siempre dio rienda suelta a su pensamiento, a su mitómano relato, en fin a lo que creía y pensaba hacer. Y en su crónico yoísmo una vez dijo: “soy el Ernest Hemingway de los 140 caracteres” según reseña la página web The Hill. Por lo tanto se sentía y creía un artista, un intelectual, un creador de estos nuevos tiempo; y utilizó como pocos su manejo de la comunicación, de la mediática televisiva, las redes digitales, como la base fundamental de su relato superlativo, confrontador y pendenciero.

 

Pero la “mass-stream-media” que hoy lo condena y excecra lo apoyó y aplaudió endiosándolo; fue precisamente Twitter, quien lo convirtió en su niño mimado, la que le cortó definitivamente su cuenta personal, no permitiéndole siquiera operar desde la oficial (@POTUS) como Presidente en ejercicio. Es que tal omnímodo poder había proclamado el 7 de noviembre del año pasado al candidato demócrata Jose Biden como “Presidente Electo” sin que todavía lo hubiese hecho el Colegio Electoral y además sacó del aire en radio y televisión al Presidente en ejercicio, diciéndole con esto al mundo quién realmente manda y decide en nuestro planeta. Así que Trump, que gracias a ese poder llegó a la Casa Blanca en 2014 aun perdiendo el voto popular pero con el voto favorable del Colegio Electoral, prueba ahora una quemante cucharada de su propia medicina en esa confrontación de poderes en la que una vez resultó victorioso y hoy sale con las tablas en la cabeza.

 

Este aplastante poder, que no se vale de tanques ni cañones para imponer su voluntad, es una fundamental y decisiva fuerza que está presente en esta férrea lucha por el control del Estado burgués y neoliberal yankee en la cada vez más fracturada sociedad norteamericana. Trump es simplemente la expresión de una de las partes contendientes en pugnaz batalla por el control y dominio político, económico, militar y cultural de la nación estadounidense, garantía a su vez del control cada vez más elitesco del resto del mundo.

 

Al momento de escribir el presente artículo se discute tanto en la cúpula del Partido Demócrata como en la propia Directiva del Congreso de los EEUU el enjuiciamento político a Donald Trump. Llama la atención la aparición de una encuesta de Reuters del sábado 9 de enero que señala que 53% está de acuerdo con el juicio político y 47% lo rechaza. Resulta paradójico que ante hechos que la mediática ha considerado como muy graves, la opinión que refleja esta encuesta no da signos de mucha preocupación pero sí deja ver la división y polarización extrema de la sociedad estadounidense. Sin embargo, el demagogo delirante pareciera estar viviendo su ocaso político: si se concreta el mencionado juicio y el Congreso lo sanciona, Trump quedaría inhabilitado para lanzarse como candidato presidencial para las elecciones del año 2024. Ello sería un golpe que según algunos analistas le cortaría las alas al tremendamente polémico personaje. Pero de irse Trump no solamente de Presidencia sino de la política ¿desaparece el Trumpismo?. Indudablemente que no pues cerca de 75 millones de personas lo votaron. Una parte importante de esta millonaria masa de votantes que lo apoya fervorosamente estará muy pendiente de su actuación, de sus ideas y de su opinión. Por eso, anticipándose a futuras eventualidades, Trump, con la excusa de no tener suficiente dinero para pagar al numeroso equipo de abogados que llevó adelante sus múltiples demandas judiciales, recolectó entre sus más cercanos unos 200 millones de dólares, lo que representa un importante capital para llevar adelante la conformación de una plataforma comunicacional de páginas digitales y emisoras de radio y TV que le permitan tener -como él mismo afirmó- “una gran voz para no dejarse acorrarlar”. Obviamente, está preparando una estructura mediática que lo mantenga políticamente activo. Ya no estará en la Presidencia si se activa el juicio y es condenado pero ahí estará presente la importante base Trumpista que lo sigue.

 

Toda la situación de fractura de la sociedad estadounidense se hará sentir también en los partidos Demócrata y Republicano y este último, mayormente impactado, es probable que se divida y surja una nueva organización que agrupe a los Trumpistas. Ello a su vez dividirá y polarizará aún más a la sociedad en su conjunto y profundizará la confrontación con tal intensidad que hay calificadas voces que indican que cada vez es más real la posibilidad de una guerra civil, cuyos ingredientes son de vieja data en los EEUU: racismo, esclavismo, supremacismo, desiguldad, intervencionismo, militarismo, entre otros. Aparte de lo anterior, es innegable el papel predominante que juegan las todopoderosas corporaciones que conforman el poder real absoluto: el complejo militar, industrial, comunicacional y cultural. Esta élite dirigente concentra en privilegiadas manos el destino de la nación que a su vez controla una parte importante del poder mundial.

 

A partir de esta experiencia que está en desarrollo, de la confrontación interna en los EEUU y su manera histórica de resolverla, notamos de inmediato el avasallante poder de los “mass-media”: estos fueron decisivos con Trump y lo serán igualmente sin él. Resuelven quién puede comunicarse y a qué nivel, pero siempre decidiendo las cuestiones vitales, fundamentales. Tal situación pone de relieve la necesidad de una lucha de los pueblos auténticamente democráticos y soberanos del mundo no solo por la autodeterminación política y económica, sino también por la plena soberanía comunicacional que rompa con el control y dominio mundial de Twitter, Facebook, Google e Instagram. Se requiere pensar seriamente en mecanismos legales que puedan regular la discrecionalidad que sobre los medios de comunicación tienen las grandes y autónomas corporaciones. El otro aspecto importante en este real juego de tronos es cuál va a ser la posición, la política que van a desarrollar las fuerzas políticas y sociales que no se sienten representadas o interpretadas por las dos caras de la maquinaria política (demócratas y republicanos) cuál será su lectura y actuación en tan decisivos acontecimientos. ¿Podrán desarrollar una propuesta de acción, organización y fuerza estructurada fuera del redil bipartidista? ¿Cuál será el futuro de los movimientos sociales, particularmente los afroamericanos y los latinos? ¿Seguirán siendo simples cajas de resonancia de una política que no los reivindica verdaderamente? No les queda otra alternaiva que construir una política con sentido autónomo, con ánimo independiente, con objetivos propios, y ser capaces de construir una fuerza no solamente electoral sino social.

 

La reivindicación de empleos con mejores salarios y mejores condiciones sociales, la lucha contra la desigualdad y la desunión, la genuina inclusión política y social son banderas no solamente necesarias sino urgentes. Posiblemente el Trumpismo, ante tan sentidas y justas demandas, tratará de ser el “ángel vengador” de todas estas contradicciones y es probable, también, que la brecha o grieta política, económica, social y cultural se profundice. Es que la crisis estructural del capitalismo, la lenta pero persistente agonía de la democracia liberal burguesa, el desvanecimiento del llamado “sueño americano” constituyen un verdadero torbellino de acontecimientos que profundizarán la división que como sociedad en plena ebullición es el signo de la aún poderosa pero menguada, contradictoria, cambiante, desigual, racista, supremacista, amoralmente religiosa, nación norteamericana: ella puede asustarse al ver sus propias miserias y su alocada élite dominante pued buscar salvarse con el uso de las fuerzas guerreristas en su propio territorio o como tantas veces lo ha hecho, llevando la guerra a otras latitudes.

 

Desde nuestra Patria hacemos votos por la paz y trabajemos en el mundo para que el seguro futuro no sea la violencia destructora sino la solidaridad y el respeto internacional que sea garantía de buen vivir. Trabajemos con fuerza para fortalecer la unidad suramericana, nuestramericana, como punto de equilibrio geopolítico que pueda servir de faro luminoso, de conciencia pacífica regional para el resto del mundo y ayudar a que la paz, la auténtica democracia y el respeto internacional produzcan en nuestro suelo Americano que en unidad y soberanía se disipen las tentaciones guererristas y se haga de América Latina un continente de paz.

 

Finalmente, para avanzar en este sentido desde Venezuela decimos que debe ponerse fin a la política de bloqueo y sanciones unilaterales totalmente injustas y criminales, pues atentan contra la seguridad y la vida de todo un pueblo que en su historia nunca ha agredido a otros pueblos y por el contrario es ejemplo de respeto a la autonomía y soberanía, siendo históricamente solidario con otras naciones del mundo en sus necesidades y esperanzas de justicia e igualdad.

 

¡2021: AÑO BICENTENARIO DE CARABOBO, LA VICTORIA ES NUESTRO SIGNO!

 

¡SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO NORTEAMERICANO EN LUCHA!

 

¡JUNTOS NOS CUIDAMOS, UNIDOS NOS SALVAMOS!

 

¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA. VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

 

*Orlando Castillo* - Ex-Constituyente por el Sector Trabajadores. Miembro del Consejo Consultivo de la CBST.

 

10 de enero de 2021

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