El Genocidio en Hiroshima y
Nagasaki
75 años se cumplen del atroz asesinato de cientos de miles vidas en Japón con un solo y terrible artefacto bélico: en Hiroshima el 6 y en Nagasaki el 9 de agosto, y aún el mundo no condena a los verdugos y asesinos.
Las bombas atómicas lanzadas
sobe el suelo japonés dejaron más de 200.000 muertos en el acto y otros miles perecieron
por la heridas y los efectos de la radiación.
Y no solo nos referimos a los
asesinados por la onda expansiva de tan violenta explosión, también hay que
referirse al ataque a la salud de un país, a la contaminación del ambiente, a
la destrucción de la naturaleza. Fue un crimen múltiple, despiadado y sin ninguna
consideración por los habitantes de esas ciudades.
La excusa que mostraron los
asesinos, que buscaban acabar con la guerra, carece de fundamento. Para el
momento del crimen atómico perpetrado por los gringos ya Alemania e Italia
estaban rendidas y Japón, el otro miembro de la alianza estaba derrotado y sin posibilidad
de continuar la guerra.
Lo que los asesinos quisieron
mostrar en esos momentos fue su superioridad militar, su disposición a cometer
los crímenes que quisieran y la de chantajear a los países del mundo con su
capacidad destructiva e imponer sus bases militares por todo el planeta.
Ha sido tan grande el chantaje
y la manipulación que aún hoy no se condena un crimen de guerra cometido en ciudades
pobladas de personas.
Ha llegado la hora de condenar
tan monstruoso crimen.
Por Leonardo Caraballo Bolívar
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