II CONGRESO DE LA CLASE OBRERA
Presentación
Comenzaremos por reconocer y felicitar la iniciativa de nuestro camarada José Ramón Rivero cuando plantea la necesidad de estudiar y caracterizar la crisis interna del hegemon norteamericano. Tal análisis es fundamental ya que el país norteño sigue siendo la nave insignia del capitalismo neoliberal en la tercera década del Siglo XXI.
Es indudable que su creciente conflicto interno incide de manera determinante en el capitalismo global y este a su vez se refleja con fuerza en la sociedad gringa. Esta es una crisis de profundas raíces y de un alto grado de complejidad.En lo particular, sostenemos que el aspecto
sociocultural (como reflejo de las serias contradicciones políticas y
económicas) adquiere una singular importancia: por lo tanto, la expresión
material de la crisis necesariamente se instala en la mente, en la psique
colectiva, afectando el relato creado por el aparato mediático-comunicacional
del capitalismo anglosajón. Tal narrativa expresa la visión de la élite
plutocrática que es la esencia cultural de las grandes corporaciones y el
“lobbismo”, columna vertebral del tejido político, económico y militar. De tal
modo, conocer estos meandros del establishment es de vital importancia para
lograr desmontar conceptualmente y en la práctica diaria el supuesto carácter
democrático del estado yankee que no es otra cosa que un fiel servidor de la
precitada élite, quien es la que realmente decide.
De lo anterior, se tiene que este aspecto
central del modelo de democracia gringa y sus elementos fundamentales,
corporativismo y lobbismo, merecen atención y estudio. En futuras entregas me
comprometo a abordar tan emblemáticos temas.
Desarrollo
Cada día que pasa, se hace más evidente la
profundización de la crisis multidimensional que atraviesan los Estados Unidos
de Norteamérica. La alarmante dimensión de la misma salió a flote con los
impactantes hechos ocurridos el pasado mes de enero de 2021, tras un proceso
electoral verdaderamente traumático. Lo ocurrido fue realmente grave: el asalto
del Capitolio por los partidarios de Donald Trump impactó al mundo, poniendo al
descubierto las graves falencias del status quo estadounidense. Fue un rotundo
aviso al planeta de que el otrora casi invencible poderío yankee daba claras
señales del agotamiento de un modelo de dominio y control planetario. Y no era
solamente la pérdida de poderío económico y militar, que lo obliga a
regañadientes a jugar un juego tripartito en una nueva realidad de
re-equilibrio multipolar que a su pesar le impone compartir el poder en la toma
de decisiones vitales para el globo terráqueo.
El alicaído hegemón ve con
nostalgia cómo se le escurre entre los dedos imperiales el omnímodo poder del
que disfrutó después de salir cuádruplemente victorioso (en lo militar, lo
político, lo económico y lo cultural) al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Tan
dura realidad golpea con fuerza a la élite dominante que no termina de
aceptarla y luce, en ocasiones, un tanto aturdida o bien que no parece
encontrar las respuestas adecuadas. De allí la importancia que tienen para
nosotros y nosotras quienes al Sur del continente soñamos e insistimos en la
defensa intransigente de nuestra Independencia y Soberanía. Por lo cual,
analizar, entender y comprender esta nueva realidad geopolítica continental y
mundial se convierte en una tarea de primera mano para intentar dar las más
certeras respuestas ideológicas, políticas y organizativas.
Así pues, nada más
pertinente que acudir a ciertas referencias históricas que nos permitan
calibrar mejor tan compleja situación. Más allá del deterioro político,
económico y militar del hegemón (que cada día que pasa se hace más evidente) es
necesario fijar nuestra mirada en el contexto socio-cultural. Esto es así
porque todo poder hegemónico llegó a serlo porque tuvo la capacidad de contar
con un relato, con una narrativa, que soportaría y justificaría su control y
dominio. En este aspecto, el relato estadounidense de la democracia y la
libertad, resumidas en el “Sueño Americano”, ha sido una poderosísima
herramienta de sometimiento mayoritariamente asumido por la sociedad de los EUA
e incluso más allá de sus fronteras. Se trata de un constructo filosófico,
histórico, religioso, económico, militar y social que hace de la libertad, la
democracia y la autonomía individual auténticos fetiches que conforman un
paradigma moral, individual y colectivo, que adquiere un sentido
cuasi-religioso de la existencia humana.
Al rastrear un poco en las
ideas generadoras de esta conducta, tenemos que necesariamente remitir al
significado, al relato-mensaje, del Monte Rushmore, con las gigantescas caras esculpidas
en la roca de la montaña de los llamados “Padres Fundadores” que representan
los primeros 150 años de la historia norteamericana: George Washington, Thomas
Jefferson, Theodore Roosvelt y Abraham Lincoln. Los dos primeros, co-redactores
de la Constitución, ricos hacendados y propietarios de esclavos. El tercero,
reivindicador e impulsor, a comienzos del Siglo XX, de la doctrina Monroe que
impuso al resto del continente americano gobiernos lacayos que garantizaron el
concepto geopolítico neocolonial yankee de la América meridional como su patio
trasero. El cuarto, ícono histórico de la Guerra de Secesión, creador de la ley
que abolió la esclavitud, presentado como paradigma moral y democrático de la
sociedad norteamericana. Entonces, se trata del legado histórico, filosófico y
cultural de unos próceres que imponían a sangre y fuego sus ideas, costumbres y
culturas pero (eso sí) revestidas con los más excelsos discursos de libertad,
democracia, propiedad privada, destino manifiesto, supremacía y excepcionalidad
en nombre de lo cual les estaba permitido imponer su absoluta voluntad en estas
nuestras tierras y pueblos.
El legado histórico de
algunos de estos personajes fue la expropiación de los territorios ancestrales
de las originarias poblaciones indígenas, y además fueron inclementes
esclavistas y amasaron inmensas fortunas provenientes del sudor y la sangre de
centenares de miles de esclavos (hombres, mujeres y niños) que no vivían para
ellos mismos sino para satisfacer el afán de riqueza y poder de esta clase
terrateniente explotadora. Es de allí que viene su visión supremacista, la
imposición del más absoluto control y dominio, su desprecio a negros y negras,
su doble moral elástica y flexible para la élite dominante y terriblemente
cruel para sus sirvientes y vasallos esclavizados en cuerpo y alma. Esto
explica su recelo y desconfianza a lo que llamaban “la peligrosa tiranía de las
mayorías”, por lo que su tan cacareada democracia era una participación
exclusiva de los poseedores del dinero, de la renta de la tierra y cuerpos de
hombres y mujeres que en tiempo de paz eran buenos para el y trabajo inclemente
y en tiempos de guerra, simple carne de cañón.
Así, sobre el trabajo de
cuerpos y mentes, sobre el despojo de tierras a los indígenas dueños
originarios de su hábitat, por encima de la condición de existencia del ser
humano, prevaleció la mentalidad de opresión del trabajo esclavizado, su no
reconocimiento como personas. Tal conducta, enmarcada en su retorcida moral
presentada como puritano modelo social que ocultaba las terribles
contradicciones que ya prefiguraban los futuros problemas y enfrentamientos,
que con el paso del tiempo sacarían a flor de piel las ocultas desigualdades e
injusticias que cada día se harían más difíciles de mantener debajo de la
opresora y colonial alfombra.
Fue en esta perspectiva
histórica que comenzó un lento pero continuo proceso de desencanto, donde el
relato y la narrativa del llamado “Sueño Americano” va perdiendo fuerza, se va
deshilachando, se arruga y pierde su brillo de oropel. La más dura desigualdad
se va imponiendo porque está a la vista de todos, golpea diaria y
sistemáticamente al grueso de la sociedad estadounidense. Hoy, en la tercera
década del Siglo XXI, como resultado del trabajo productivo de la especie
humana, se ha logrado acumular la mayor cantidad de riqueza en bienes
materiales y servicios y al mismo tiempo se ha incrementado la más escandalosa
desigualdad que hace que el 99% de la población mundial posea menos riqueza que
el 1% más pudiente. Tan aberrante situación se refleja con mayor precisión a lo
interno de la sociedad gringa, donde los milmillonarios del lado grupo GAFAM
(Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) han obtenido supermillonarias
ganancias en medio de la pandemia del COVID-19, que solamente en los primeros
trimestres de 2021 han superado las ganancias de todos los demás grupos de la
economía mundial. Ello explica que la fortuna personal de Jeff Bezos (Amazon),
Elon Musk (Tesla), Warren Buffet y George Soros (supermillonarios del complejo
bursátil-financiero) están por encima de los 400 mil millones de dólares, lo
cual nos demuestra que la sociedad norteamericana está en manos y es prisionera
de la élite plutocrática que controla las grandes corporaciones. Entonces ¿cuál
es el sentido de la libertad, de la democracia, donde una minoría cada vez más
pequeña y exclusiva decide la vida y la muerte del resto de la sociedad
norteamericana?
Y si revisamos a otro
tótem de la sociedad norteamericana, el Congreso, nos encontramos que es un
intrincado amasijo de lobbistas que tejen enrevesados y laberínticos senderos
de exclusivas influencias que se reparten el ya billonario presupuesto
norteamericano. Tenemos así que la antorcha de la cinematográfica Estatua de la
Libertad neoyorkina sólo ilumina a los súper afortunados lobbistas que a su vez
representan a las mega-corporaciones que son las que al final obtienen los más
suculentos contratos del todopoderoso establishment estadounidense. Es un juego
con cartas marcadas done la élite plutocrática yankee se despacha y se da el
vuelto. Pero como cantaba el boricua Héctor LaVoe “todo tiene su final, nada
dura para siempre”. El casi omnipresente sueño americano pareciera que está
comenzando su cuenta regresiva. Si esto es así, se está abriendo una enorme
brecha de desilusión, de pérdida de esperanza, y se comienza a romper el
encanto. El sólido cemento que compacta dicho imaginario se fractura y abre
inéditas perspectivas a nacientes planteamientos de nuevas realidades.
De allí la necesidad de
estudiar e investigar con espíritu acucioso estas novedosas circunstancias.
Establecer contacto, relación con voceros y voceras de estas emergentes
condiciones que tienen en algunos sectores sociales su real expresión.
Trabajadores y trabajadoras de la clase media baja, intelectuales y
profesionales, movimientos sociales de negros y negras, latinos y latinas,
emigrantes, ecologistas, mujeres y estudiantes constituyen expresiones de
rebeldía, de rechazo al status quo, con reales posibilidades de construcción de
un nuevo relato, de una narrativa alternativa y esperanzadora que logre
impactar en estos sectores de la sociedad. Entender que la auténtica libertad,
que la verdadera democracia, no puede basarse en la opresión de gentes y
pueblos; que el llamado “Sueño Americano” no puede fundamentarse en las
pesadillas de otras naciones, que el respeto a la autodeterminación de los
pueblos es la garantía de paz y progreso, tal como lo decía el indígena y
Presidente de México Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Que mientras más unidos e integrados estemos en el Sur, podemos no solamente
defender nuestra autonomía sino que también podemos ayudar a que parte de la
sociedad norteamericana que desea otro modo de vida tenga en nuestros pueblos
una referencia a la cual imitar.
Por eso estamos firmemente
convencidos que el Monte Rushmore, con sus Padres Fundadores, ni la Estatua de
la Libertad de Nueva York son símbolos que puedan inspirar a los pueblos
auténticamente libres de Suramérica y el resto del mundo. Hoy el Estado Nación,
autónomo y soberano, es la condición sine qua non para un futuro libre y
democrático. La unificación e integración de estos Estados Nación es la
garantía de la paz y esperanza de Norteamérica y el planeta todo. Por lo tanto,
estudiar, investigar, analizar, comprender y trabajar para crear una nueva
narrativa, un relato alternativo, basados en las historias y experiencias de
nuestros pueblos, es la real posibilidad de un mundo en paz, de progreso
igualitario y esperanzador.
Comisión Organizadora
Febrero 2022
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