jueves, 24 de marzo de 2022

4 - LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO, EL NUEVO MODELO DE PRODUCCIÓN Y EL ESTADO BOLIVARIANO

 II CONGRESO DE LA CLASE OBRERA



Nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, ratificó mediante su proverbial claridad e inigualable pedagogía política, la tarea histórica de la clase obrera venezolana en aquella estremecedora alocución del 8 de diciembre del 2012 ante su pueblo. En ella reiteró que se había puesto al frente de la larga lucha por la liberación nacional y la había culminado exitosamente, por tanto nos entregaba una Patria libre, soberana e independiente,

nos tocaba ahora conquistar el socialismo con la participación de la clase obrera en posiciones de vanguardia y fue en ese preciso contexto, en su hora menguada, que se inclinó por el camarada Nicolás Maduro Moros como el continuador del proceso revolucionario.

De tal forma que la situación actual resultante de la partida física de nuestro amado Comandante, ha demandado un serio esfuerzo por elevar la consciencia revolucionaria y socialista de la clase obrera en particular y del pueblo venezolano en general. La lógica del capital, en nuestro caso es particular, en tanto se trata de un capitalismo tardío, atrasado, periférico, fundamentado principalmente en la realización y capitalización internacional de la renta petrolera para su posterior redistribución. Nuestros lazos de dependencia son aún muy sólidos, lo cual contribuye a intensificar la contradicción con el imperio, haciendo mayor su asedio criminal al proceso revolucionario que se adelanta en la Patria de Bolívar y Chávez. Esto agudiza y problematiza tremendamente la transición hacia el socialismo, no exclusivamente en lo económico, sino también en lo político, social, territorial y cultural pues, arrecian los enfrentamientos con la contrarrevolución interna y con el imperialismo, en una sostenida batalla ideológica en contra de la hegemonía ejercida por los aparatos mediáticos, religiosos y educativos del status quo.

Hoy es una demanda cada vez más creciente la necesidad de una dirección colectiva para la revolución, pues, durante todos estos años la dirección integral del proceso recayó en la figura del Comandante, invicto en todas las batallas, quien fue consecuente en su compromiso con la clase obrera venezolana, reivindicando su protagonismo en el proceso productivo y formulando permanentemente políticas dirigidas a mejorar sus condiciones socioeconómicas. El Comandante Chávez a propósito de una nueva jornada en la que acompaño a los trabajadores y trabajadoras en el marco de las celebraciones para el 1º de mayo reflexionaba de la manera siguiente “…En ese proceso de darle forma concreta al socialismo, de construirlo como se construye un edificio (…), hay muchos factores que deben jugar su papel, pero quisiera insistir en esto, (…), la clase obrera es imprescindible en la construcción del socialismo. Es imprescindible.” (1)

(1)     Chávez Frías, Hugo Rafael; Discurso pronunciado con motivo del Día del Trabajador, 2008.

En este mismo orden de ideas, recientemente en el marco de una nueva conmemoración del 23 de enero de 1958, el Presidente Nicolás Maduro Moros afirmó que para hacer una revolución socialista de verdad, genuina, se requiere de una clase obrera organizada y empoderada. Tales afirmaciones dejan claramente planteado el gran valor civilizatorio del trabajo como proceso social, reafirmando a la clase obrera como una potente subjetividad constructora de una significativa historia, portadora de una densa cultura política y una amplía tradición de lucha que la humaniza grandemente.

Sin embargo, la participación real de la clase trabajadora venezolana en el proceso de construcción revolucionaria, ha estado siempre marcada por una decidida actuación en su defensa, se ha levantado sin vacilaciones en los momentos más cruciales de su devenir, esto sin poder superar las desgastantes luchas signadas por un sindicalismo de resistencia reivindicacionista y economicista. En las actuales circunstancias, es primordial cancelar el falso debate en torno a la lucha económica y defensiva que desarrolla la clase obrera para reivindicar; aumentos salariales, mejores ingresos, condiciones saludables y seguras de trabajo y la lucha política que debe emprender para transformar revolucionariamente a la sociedad y dirigirla al socialismo. Ambas luchas y sus respectivos campos de acción, deben estar plenamente articuladas para poder enfrentar al capitalismo con posibilidades de coronar en victoria el esfuerzo, pues, por si solas, nunca lograran superar la injusticia, opresión, depredación, enajenación y exclusión. La asunción por parte de la clase obrera de la gestión directa, democrática y participativa del proceso social de trabajo encierra la posibilidad histórica de romper con la separación de ambas luchas (económica y política) y abre una clara posibilidad para sustituir al Estado capitalista por un Estado de la clase trabajadora.

Resulta oportuno, señalar que la clase obrera ha limitado su lucha y debilitado su misión histórica al apelar solo a los sindicatos como instrumentos contra las formas económicas fundadas en la explotación del trabajo humano. Conscientes estamos que la construcción del socialismo debe hacerse desde el movimiento de los trabajadores, más que desde el movimiento sindical. La clase obrera debe generar sus propias formas de organización para cumplir con un conjunto de tareas que forman parte de su misión histórica en esta complicada transición. Es una obligación del movimiento de los trabajadores asumir la praxis revolucionaria, participando en la articulación de los campos de acción y lucha de todos los oprimidos, reconstruir el Bloque Histórico-Social para la construcción de una nueva Hegemonía Democrática y practicar con eficiencia y calidad revolucionaria, el control obrero de la gestión productiva tanto en la industria, como en los campos, la pesca, el comercio y en el conjunto de las instituciones públicas.

La clase obrera está obligada históricamente a crearlo todo de nuevo, tiene que hacerlo todo de manera original, debe rebasar al estado burgués, es su destino “…engendrar de su seno instituciones de tipo nuevo en el campo obrero…” tal como lo sentenciara Antonio Gramsci por allá en 1920 en su periódico L’ Ordine Nuovo. El Comandante Chávez nos exigió como clase obrera, trascender para ser cada día más una fuerza político-social consciente, destacamento revolucionario de hombres y mujeres templados, probados en las dificultades del combate por el socialismo, creemos que con marchas y sus contramarchas, avances y retrocesos, hemos estado a la altura de tal exigencia.

Ante lo arriba indicado, es oportuno recordar al líder bolchevique León Trotsky cuando apuntaba que “Los sindicatos en la época actual no pueden ser simplemente los órganos de la democracia, como lo fueron en la época del capitalismo de la libre empresa y no pueden, además, seguir siendo por más tiempo políticamente neutrales. Es decir, no se pueden limitar a servir las necesidades cotidianas de la clase obrera, no pueden seguir siendo anarquistas. Es decir, no pueden seguir ignorando la influencia decisiva del Estado en la vida de los pueblos y las clases. No pueden seguir siendo reformistas, ya que las condiciones objetivas no dejan ningún lugar para cualquier reforma seria, duradera. El papel de los sindicatos en nuestro tiempo es, pues, o el de servir como instrumento secundario del capitalismo imperialista para la subordinación y el disciplinamiento de los obreros y para obstruir la revolución, o, por el contrario, el sindicato puede convertirse en el instrumento del movimiento revolucionario del proletariado.” (2)

Un proyecto civilizatorio, la Revolución Bolivariana sin duda lo es, que tenga como centro la urgente necesidad de humanizar a la humanidad, requiere dominar las formas brutales, crueles y despóticas con las que el capitalismo pretende robar su destino a los pueblos que luchan a lo largo y ancho del planeta Tierra. Dicho proyecto debe combatir desde el campo; espiritual, ideológico y político a poderosos intereses que realizan permanentes esfuerzos por vaciar el contenido histórico de los procesos emancipatorios que millones, pueblos enteros, distintas naciones como la venezolana llevan adelante, pretendiendo colonizar la subjetividad de multitudes en el mundo, solo para dejar falsamente sentado, que la historia ha llegado a su fin.

La Revolución Bolivariana representa el arma política, el instrumento histórico, el proyecto de modernidad que siguiendo el liderazgo del Comandante Supremo Hugo Chávez Frías asumimos como pueblo para encarar la crisis por la cual transita el capitalismo, en esta vital encrucijada cultural y civilizatoria planteada en la denominada nueva época. Dicha situación nos condujo a decantarnos por la alternativa socialista como ajuste de cuentas final con la barbarie y el oprobio de las sociedades signadas por la explotación del hombre por el hombre, la destrucción de la naturaleza y el fin de la racionalidad espiritual. La construcción del socialismo, entendida hoy como la gesta heroica de pueblos con la clase obrera en posiciones de vanguardia, que han logrado alcanzar consciencia e identidad como sujeto histórico, sin duda constituye el socialismo la opción epocal, la desesperada urgencia por suprimir al ya desgastado modelo histórico capitalista, tanto en sus modalidades desarrolladas como subdesarrolladas.

Experiencias como los CLAP, las Comunas, el Conuco Periurbano, la Fabrica Comunitaria, los CPTT, entre otras formas y estructuras en las que se organiza el poder popular autónomamente, demuestran nuevamente como el pueblo, cuando adquiere consciencia no se sienta a esperar a los que siempre llegan tarde e improvisando a la cita con la historia. Lenin, Gramsci, Fidel, el Che, Trotsky, el mismo Chávez constataron que el socialismo se construye desde lo concreto y las experiencias arriba indicadas, hacen parte del relato que describe la llamada transición al socialismo. Sin duda, ésta resulta ser una coyuntura sumamente compleja, la cual nos impone a todos un mandato de renovación general, de una transformación integral que siente las bases espirituales y materiales del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI, proyecto formulado por el Comandante Supremo y Eterno Hugo Chávez Frías, proyecto emancipatorio que es síntesis y matriz de múltiples revoluciones políticas, económicas, sociales, culturales que nos liberen del pesado fardo del rentismo petrolero, quien fraguo esta suerte de enclave minero, provincia extractivista neocolonial propia del capitalismo periférico, subdesarrollado y dependiente que hoy ha decidido ser una Patria Bolivariana, Venezuela.

Es en este sentido que nos replanteamos la imprescindible participación de la clase trabajadora en la construcción del socialismo, recordando a Trotsky cuando nos señala “…Los obreros no necesitan el control para fines platónicos, sino para ejercer una influencia práctica sobre la producción y sobre las operaciones comerciales de los patronos. Sin embargo, esto no se podrá alcanzar a menos que el control, de una forma u otra, dentro de ciertos límites, se transforme en gestión directa. En forma desarrollada, el control implica, por consiguiente, una especie de poder económico dual en las fábricas, la banca, las empresas comerciales, etc.”(3) El control de la producción por parte de los trabajadores y trabajadoras en las fábricas, fundos, fincas, centros de comercialización y de servicios que han sido recuperados para la nación por la revolución, debe estar dirigido a ponerle fin a la: enajenación, jerarquización y salarización de la relación de trabajo, la mentalidad gerencialista impuesta por la racionalidad del capital debe ser superada con la transformación de los obreros salarizados y enajenados en productores libres y asociados de la riqueza social.

Descomunal tarea ésta para una clase obrera que recién está saliendo de un prolongado período, de un verdadero laberinto caracterizado por la penumbra política, atomización orgánica, atraso teórico, pragmatismo reivindicativista y desorientación ética. Por tanto, es preciso un conocimiento profundo de nuestro país, de sus realidades y contrastes, es prioritario descubrir su historia tal como siempre no los demando el Comandante Chávez. Por tanto, resulta urgente caracterizar con absoluta rigurosidad científica la etapa actual de desarrollo de la revolución que transitamos, la cual debemos analizar bajo la mirada de la concepción de progreso dialéctico multilineal, contraria a las visiones cortoplacistas y dogmáticas unilineales que solo la interpretan como un proceso sin traumas, accidentes, avances y retrocesos, haciendo de la transición al socialismo un fin y no un medio como debe ser rigurosamente entendida.

La histórica condición de construir el socialismo bolivariano a escala internacional, pasa por la superación de sus formas subdesarrolladas, neocoloniales y periféricas, por tanto, una de las tareas principales de la clase trabajadora en alianza histórica y estratégica con nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, es echar andar en la coyuntura actual, una poderosa y profunda revolución económica que haga explotar a su máxima capacidad las fuerzas productivas, aún inhibidas por el rentismo petrolero, en el marco de un nuevo tejido de relaciones en torno al trabajo, superando al capitalismo de Estado o Rentístico, construyendo la base material fundamental de la sociedad del buen vivir, de la máxima felicidad social, del socialismo.

EL NUEVO MODELO PRODUCTIVO

En nuestro país desde la aparición del petróleo el tema de la producción y distribución de la riqueza ha estado estrechamente conectado a la transferencia de dicha renta a una sociedad que permanentemente ha soslayado el debate en torno a su origen. Se impone y es impostergable la superación de la mentalidad rentista para asumir una cultura del trabajo productivo y liberador. En opinión de Víctor Álvarez ¨Desde que apareció el petróleo en Venezuela, ha sido más fácil devorar la renta comprándole al resto del mundo lo que bien podríamos estar generando internamente con trabajo productivo. Importamos porque no producimos y no producimos porque importamos.”(4)

En la fase de preparación hacia el socialismo en la que nos hallamos inmersos se impone un férreo esfuerzo por liberar y desarrollar las fuerzas productivas aún dormidas en el seno de nuestra sociedad, potencial productivo que fue inhibido por efecto de la renta petrolera. Es necesario afirmar y lo hacemos; no hay socialismo subdesarrollado, no existe el socialismo rentista. Una severa disciplina y una creciente estructuración orgánica de la clase obrera venezolana demanda la actual coyuntura para poder construir un nuevo modelo productivo, una nueva economía. Tomamos de esta manera distancia con la connotada desesperación pequeño burguesa de ciertos sectores y actores de llegar al socialismo por generación espontánea, sin tropiezo alguno, extremo éste que se junta con la actitud claudicante de una cuestionada burocracia reformista que abandona todo principio, aprestándose para asumir los intereses y valores de la clase política y social que vinimos a desalojar del poder para enviarlos al basurero de la historia. El socialismo como se ha dicho coloca la economía al servicio de la humanidad, superando la salvaje lógica del capital, su labor es forjar nuevas relaciones sociales productivas que no respondan a la voraz maximización de la ganancia y pongan los medios de producción en manos de la clase trabajadora para organizarlos, gestionarlos, administrarlos y optimizarlos en el marco de la producción de riqueza para toda la sociedad.

De allí que sea central retomar la recurrente propuesta referida a la industrialización de los hidrocarburos, un sostenido reclamo de la historia nacional, que ha sido y es una recomendación prudente de quienes entienden muy bien el riesgo de la primarización de las economías del sur, circunstancia que nos hace doblemente vulnerables por la excesiva dependencia de las exportaciones de materias primas, sujetas a los vaivenes de un mercado internacional controlado por unos 30 bancos transnacionales y afectado por los constantes ataques especulativos financieros dirigidos desde la triada imperial. (EEUU, UE y Japón).

Lograr concretar el modelo de industrialización petrolero, implicaría la ampliación de la base productiva para la exportación y la rehabilitación del atrofiado parque industrial nacional, procurándonos en consecuencia mejores condiciones de competitividad externa y posibilitando la construcción del tan esperado mercado interno, aumentando nuestra eficacia productiva. Un mercado interno que fue mutilado por la estructural ausencia de una sostenida demanda capitalista del campo, el unilateral desmantelamiento arancelario a la producción agrícola importada por las transnacionales y la consolidación del modelo rentístico petrolero que nos fue asignado en nuestra condición de capitalismo periférico. Por supuesto que no hubo, ni hay, una burguesía nacional que encarara con decisión este reto de construir un mercado interno como condición para la expansión industrial.

Es oportuno señalar que la llamada “burguesía criolla” no ha contado nunca con vocación industrialista y mucho menos con voluntad exportadora; su inclinación ha sido siempre estimular el consumo y minimizar la inversión, nunca ha creído en las leyes de oferta y demanda largamente pregonadas por la economía clásica y neoclásica, por tanto no funda en tales leyes sus expectativas de maximización de ganancias. Su mirada ha estado puesta principalmente en la especulación financiera y el saqueo al erario público. El objetivo que se planteó, fue trazar un plan de espiral en los precios que ningún modelo económico conocido logra explicar, instaurando una ley de la selva en medio de una vorágine salvaje que pulveriza las esperanzas del pueblo trabajador. No podían abandonar su mejor arma política, la guerra económica, la cual tiene como propósito producir un estallido social. Todo nos indica que está llegando la hora de una ruptura, de un cambio de rumbo, pues durante años se le otorgó protagonismo económico a una clase empresarial que acumuló y transfirió delictivamente al exterior, los frutos de la riqueza socialmente producida en el país, aprovechando la distribución de la renta petrolera, la explotación de la clase obrera, el endeudamiento público y la capitalización privada del ingreso nacional.

Hoy, está a la vista su fracaso en la gestión capitalista de la economía, FEDECAMARAS y la oligarquía canastillera, especuladora e importadora, son los principales responsables de la actual crisis económica; la misma que ha sido profundizada por el bloqueo imperialista, la pandemia del coronavirus, la agresión e injerencia con las mal llamadas sanciones y los intentos fascistas de acabar con la Revolución Bolivariana. No hubo, ni hay “burguesía nacional” que asumiera el reto de industrializar el petróleo, de construir un mercado interno, ampliando la demanda del campo a la ciudad, haciendo crecer la frontera agrícola y creando las condiciones para la expansión económica. En la actual coyuntura dicha “burguesía” criolla ha trazado un plan con el auxilio del imperio que se inició con el desabastecimiento programado, el estímulo al bachaquerismo, el tráfico del papel moneda, siguiendo con la cotización delictiva del dólar paralelo, atacando al bolívar y disparando una ruinosa dinámica hiperinflacionaria.

Argumenta con descaro esta oligarquía pseudo burguesa, que la inflación es el resultado de los excesivos controles gubernamentales, ocultando su persistente comportamiento anti Patria, expresado en la no inversión, la especulación financiera, la voracidad hiperinflacionaria y la sostenida fuga de capitales. Claudio Katz, un camarada argentino de NuestrAmérica, nos ilustra el aspecto inflacionario vía formación de los precios de la siguiente manera: “Los precios no se disparan por el exceso de supervisión, sino por el carácter timorato de una regulación centrada en el número final y no en la formación de esas cotizaciones. En esa gestación la rentabilidad es tomada como un dato sagrado, que sólo conocen los dueños de las empresas y sus gerentes. Si esta información no se democratiza, la inflación continuará siendo una enfermedad misteriosa para todos los consumidores (…) Pero también hay que desenmascara el carácter mítico de la libertad de precios en una economía concentrada y la inoperancia de los acuerdos con las cúpulas empresariales”. (5)

Ante un actor económico como el descrito y una situación tendente al caos generalizado, nuestra revolución ha formulado un racimo de políticas que mezclan las clásicas medidas de ancla monetarista con la doctrina de protección social al pueblo. Se ha mostrado precaución en materia tributaria y evitado la saturación fiscal sobre quien ha decidido invertir en condiciones de riesgo. La flexibilización en el control de cambios ha buscado un equilibrio con un dólar paralelo que como sabemos se alimenta de los desequilibrios. Sin embargo, hoy pueden exhibir dichas políticas, victorias sobre la espiral hiperinflacionaria, acompañada de una incipiente contraofensiva en defensa del signo monetario nacional con la implementación del bolívar digital. No ha sido una formulación de políticas fácil, presenta “daños colaterales” como suelen decir los neoliberales, las heridas de la guerra económica están presentes en la epidermis y en la psique del pueblo venezolano. La lucha contra la hiperinflación, (de 130.000% en 2018 a 1.000 % aprox. en 2020) presenta victorias coyunturales, aunque haya venido a aumentar de forma preocupante la brecha social que el capitalismo sostiene como garantía de su propia permanencia.

No estamos enfrentando un comportamiento regular de la cotización monetaria nacional, no se deprecia nuestro bolívar por la oferta y demanda de divisas, sino como resultado de una práctica delictiva, de un ilícito cambiario que no cuenta con ningún soporte en la economía real. Reiteramos que la manipulación de la moneda, del mercado cambiario, el ataque al bolívar es una operación de guerra económica que constituye la más formidable arma política de desestabilización en manos de la contrarrevolución y el imperio en su empeño por acabar con nuestra experiencia emancipatoria, con la Revolución Bolivariana.

En este contexto de urgencias para alcanzar la gobernanza económica, es por demás pertinente, coherente, una firme, categórica y contundente política de fortalecimiento a las rentas básicas de la clase obrera y el pueblo en general. La impostergable defensa del bolívar debe traducirse en el fortalecimiento del salario e ingreso familiar, especialmente de los trabajadores y trabajadoras del sector público, así como de los pensionados y pensionadas, compatriotas que no estamos dispuestos a entregarles como trofeo de guerra a la contrarrevolución interna y al imperialismo, quienes manipulan para aumentar el malestar social y aprovechar la apatía política. Es necesario implementar la medida de mantener bajos los intereses para préstamos bancarios al ciudadano y para la producción, consolidando de esta manera un oportuno mecanismo de estímulo a la demanda, de apalancamiento al consumo y la producción, dando un vital soporte a la reactivación económica nacional.

De igual forma, resulta necesario acelerar el paso en la salarización del sistema de bonos que protegen a los hogares de la Patria, a la madres en periodo de lactancia, mujeres embarazadas, personas con alguna discapacidad funcional, jóvenes en situación de desempleo y sin estudiar, la configuración como política del Ingreso Familiar, la reconversión de las contrataciones colectivas en nuevas fuentes del salario social, la prestación dineraria universal vía Carnet de la Patria y por supuesto, la homologación de pensiones en los términos establecidos por la CRBV. La probada vocación protectiva de nuestro gobierno, se traduce hoy en una verdadera doctrina en materia de políticas sociales, la cual toma debida distancia del asistencialismo de corte fondomonetarista, convirtiéndose en una firme palanca revolucionaria que se le brinda al pueblo para que por sí mismo conquiste su emancipación. Por ello, afirmamos que se debe mantener la expansión de la inversión social, mediante progresivos reajustes de todos los planes operativos en la administración pública hoy deficitarios producto del ataque al bolívar.

La inversión social calificada ideológicamente por los neoliberales como gasto público, se halla plenamente justificada pues sin duda, ha venido evitando una mayor contracción del consumo cotidiano en las familias venezolanas, impidiendo un indeseable retroceso en los indicadores sociales alcanzados en revolución y compensando la atroz reducción del pulverizado poder adquisitivo de la clase trabajadora. Así mismo, estimamos conveniente estudiar el progresivo, sistemático y planificado incremento en la emisión de la masa monetaria inmaterial o también llamada inorgánica que circula en el torrente financiero interno, respaldándola financieramente en las inversiones que arriben al país por efecto de la Ley Antibloqueo. En todo caso esto solo representaría un mal necesario, mientras no logremos reimpulsar las fuerzas productivas afectadas por el bloqueo y la crisis general del capitalismo. El aumento del circulante como ya sabemos no tiene efectos inflacionarios más allá de los naturales y no resultaría tan dañino como el generado por los constates ataques al bolívar y la profunda depresión económica ocasionada con la hiperinflación inducida.

EL DESAFIO DE LA TRANSFORMACION REVOLUCIONARIA DEL ESTADO

Un gran desafío para la clase trabajadora lo representa indiscutiblemente el demoler al Estado burgués actual, poderoso freno conservador a las profundas transformaciones que el tránsito hacia el socialismo exige. Este pesado aparato institucional contiene la filosofía, la ideología, la memoria de la clase económicamente poderosa en el país y es un gran obstáculo a los avances de la revolución. Un intricado tejido de relaciones, instituciones, leyes, costumbres y procedimientos que determinan la dinámica social bajo la lógica del capital representan a dicho Estado. En torno a este importante aspecto debe quedar meridianamente claro que son inservibles las estructuras del Estado capitalista, armas melladas como diría el Comandante Che Guevara. La teoría del Estado inspirada en la doctrina marxista nos enseña que el Estado Burgués debe ser destruido desde sus cimientos, los reformistas se extravían en su pensamiento y acción al soñar con una extinción prolongada, interminable agonía del orden dividido en clases sociales, en todo caso lo que ha de extinguirse en su deriva hacia una forma superior de sociedad, es el Estado Obrero, construido por los oprimidos de todas las horas.

Apelemos a los propios padres del Socialismo Científico invocados por uno de sus más geniales continuadores para seguir tratando el complejo tema de la transformación del Estado venezolano. …“El Estado–dice Engels, resumiendo su análisis histórico-no es, en modo alguno, un poder impuesto desde fuera a la sociedad (…) para que estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso hízose necesario un poder situado, aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlos dentro de los límites del ´orden´. Y este poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima y que se divorcia cada vez más de ella es el Estado (…) Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del ‘orden’ que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases”. (6) Ha quedado expresamente claro el carácter represor del Estado, que nace de la sociedad pero, se erige en superestructura dominante que expresa el poder de una clase sobre otra. En el capitalismo el Estado Burgués sin ninguna duda es el poder del capital sobre el trabajo, del burgués sobre la clase obrera. En las sociedad socialista se rompe el esquema de dominación de clase, se transforman las relaciones de producción y necesariamente debe surgir un nuevo Estado.

Un prolongado, cruento e incruento proceso de luchas sociales de diferentes matices (armada, sindical, popular, ciudadana, gremial, estudiantil, comunal, militar, insurreccional, electoral, entre otras) ha precedido lo adelantado bajo el liderazgo del Comandante Chávez, un inédito e histórico proceso constituyente que hizo posible una carta de derechos fundamentales que entre otros elementos destacan, los referidos al carácter del Estado que se funda, sus fines más estratégicos, los procesos que lo orientan, el nuevo tramado institucional y el objetivo estratégico otorgado a la economía.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, nuestro cuerpo jurídico de mayor jerarquía y máxima norma reguladora, orientada por los valores superiores del respeto a la dignidad humana, por la reivindicación de la justicia, la preservación de la libertad, la igualdad, la democracia, el ejercicio pleno de la solidaridad, la responsabilidad social y la preeminencia de los derechos humanos, fue la piedra angular de la gesta del Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, en su lucha histórica por construir una sociedad justa, igualitaria y pacífica, siempre en contra del capitalismo y su ideología neoliberal.

Tal concepción del Estado constitucionalmente recogida merece ser expresada en los términos expuestos por el constituyente que muestra la profundidad de nuestra CRBV. “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político (…) El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la

promoción de la prosperidad y bienestar (…) del pueblo La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines (…) garantizando la creación y justa distribución de la riqueza, así como la producción de bienes y servicios que satisfagan las necesidades de la población.” (7)

En tal sentido la aplicación de la CRBV como el instrumento para desplazar a esa clase que usufructuó el poder impunemente durante todo el siglo XX fue la pulsión principal del Comandante. Frente a esto, no tardó la oligarquía fascista en desatar su oposición y resistencia al ser aprobada la Constitución y sobre todo a partir de la elaboración del sistema de las llamadas Leyes Habilitantes, promulgadas por la revolución mediante los poderes especiales que fueron otorgados al Presidente Chávez. Instrumentos que se convirtieron en los brazos legales ejecutores de los conceptos constitucionales de carácter revolucionario. Sin duda no ha sido en apariencia un hecho violento, pero en esencia es una lucha violenta expresada en todos los esfuerzos realizados durante todos estos años para desplazar del poder por la violencia al Comandante Supremo Hugo Chávez Frías y ahora al Presidente Obrero Nicolás Maduro Moros.

Es meritorio afirmar que estamos ante una revolución, no de corte clásico, sino una revolución que toma cuerpo y curso en el área de influencia histórica del componente más hegemónico de la triada capitalista, los Estados Unidos de Norteamérica. Una revolución que opera con acentuadas limitaciones en el plano super estructural o como diría la investigadora Carlota Pérez, la dimensión socio-institucional. Existen señales de esta transformación en el marco del Estado Bolivariano que pauta la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la configuración de ese nuevo Estado, es lo que se ha dado en llamar con mucho énfasis la nueva institucionalidad. Sin embargo, debemos advertir que la materialización de la abstracción constitucional es parte de la elaboración misma que la revolución adelanta, este es un trabajo a veces casi imperceptible y otras veces tumultuoso y hasta violento.

No estamos ante un Estado esencialmente burgués tal como lo señala Lenin citando a Engels “...una fuerza pública separada de la masa del pueblo (...) una clase particular de individuos en cuyas manos se haya concentrado el poder”. Pero, si nos hallamos con un pueblo que ha dejado de ser masa irredenta para ser sujeto social tal como lo define el profesor Francisco Hidalgo Flor “...se constituyen en sujetos sociales (los pueblos) cuando recuperan su historia e identidad cultural, para sí mismos y frente a otros grupos y sujetos sociales, tienen una propia opción de futuro, y una plataforma de lucha; poseen sus intelectuales orgánicos, constituyen una organización sólida; se convierten en actores políticos; están en condiciones de plantear sus problemas en forma independiente y con plena legitimidad social”.

La burguesía venezolana pro imperialista y altamente dependiente de la renta petrolera, nunca ha abandonado el carácter violento de su lucha, a pesar de las apariencias legales y democráticas es radicalmente opositora a la CRBV. Cuando la asume y hace su defensa ejerce de demagogia con vulgaridad y descaro. De retomar el gobierno su primer paso sería la derogatoria plena de la CRBV, desmontar al prefigurado Estado Bolivariano, que se fraguó bajo un preciso mandato de ruptura con los esquemas institucionales del Estado cuarto-republicano. Su propósito es barrer con el sistema jurídico jurídico-político basado en el respeto a la dignidad humana, fundamentado en el ideario bolivariano y en sus valores de igualdad, libertad, justicia y paz. La participación protagónica del pueblo es la llave fundamental para la ruptura con dicho esquema y la clase obrera, campesinos y campesinas, pescadores y pescadoras, las comuneras y comuneros son los sujetos fundamentales para esa histórica tarea.

Así vemos como el Estado Democrático y Social de Derecho y Justicia, constituye una expresión que nace de las relaciones de clase que existían en 1999, pero, prefigura una nueva relación de clases en Venezuela y proporciona herramientas para la construcción de esa nueva relación de clases, delineando un nuevo Estado que surja de ese cambio sustancial en lo social y económico, soñado por el Comandante Supremo. Estamos ante una burguesía explotadora, parasitaria en alto grado de la renta petrolera, precariamente productiva, basada en la economía de importación, en la manipulación monetaria y con un alto contenido antipatriótico. Esa es la clase dominante que debería integrarse por mandato constitucional a la “justa distribución de la riqueza socialmente producida”. No lo han hecho hasta ahora y tenemos fundadas razones para asegurar que no lo harán, por solo reflejo de clase lo afirmamos. Ante lo señalado, hemos venido planteando que la clase obrera debe superar las posiciones reformistas y empinarse como clase genuinamente revolucionaria para fundar su propio Estado.

Desde la fundación de la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores, (CBST-CCP) se ha planteado este debate, forzado por las circunstancias de contingencia que mantiene a nuestro proceso en una permanente condición de movilización ante las agresiones y arremetidas de la derecha contrarrevolucionaria nacional y el imperialismo. La clase obrera venezolana es blanco permanente de esa ofensiva, expresada en múltiples intentos para apartarla del campo revolucionario e incorporarla a las filas de la contrarrevolución. Pretenden mantenerla en el discurso recurrente y desgastante del reivindicacionismo intrascendente, aferrada a una lucha meramente económica, alejándola del debate político e ideológico dirigido a definir con claridad el rol de la clase en la transformación revolucionaria de nuestra sociedad.

Al llegar a este punto resulta meritorio destacar como ha ganado espacio en la consciencia y la praxis de la clase trabajadora venezolana, la firme disposición de encarar esta nueva crisis del capitalismo, ahora agravada por la pandemia del coronavirus, enfrentarla desde una perspectiva que nos haga más resistentes y consistentes. Por tanto, es nuestro deber como clase obrera en la actual coyuntura, acumular fuerzas, conservando la iniciativa política, recreando nuestros programas de lucha-emancipación, esto es central, en tanto representa la única forma de enfrentar al capitalismo senil, entender sus tensiones y caracterizar sus contradicciones, pues sin lugar a dudas la burguesía y el imperialismo no se van a quedar cruzados de brazos a esperar que transitemos pacíficamente hacia el socialismo.

Debemos hacernos de un renovado internacionalismo proletario para construir la única alternativa histórica sostenible en lo ambiental, humano y social para la nueva civilización. Urge estar firmemente ganados, decididamente inclinados a la posibilidad de transformar a fondo nuestras prácticas, conductas, métodos y revisar racionalmente las actitudes inflexibles y las miradas dogmáticas.

Somos llamados a perfilar nuevos mecanismos democráticos para gestionar lo productivo y preservar al trabajo como centro vital de la sociedad.

Está planteada como nueva realidad post Covid-19, una recomposición muy violenta, sumamente bárbara del capitalismo, de allí que lo concreto sea intensificar la lucha de clases. Frente al desempleo, la desigualdad, la pobreza correlato trágico de esta crisis agravada por la pandemia, se nos impone avanzar sin vacilaciones hacia nuestra opción civilizatoria, el socialismo. Por tanto, es una tarea de primer orden para la clase obrera, transformar revolucionariamente el actual Estado, su terca persistencia y funcionalidad burocrática, constituye el escollo super estructural más poderoso en nuestro camino hacia la emancipación.

Comisión Organizadora

Febrero 2022

 

(1)     Chávez Frías, Hugo Rafael; Discurso pronunciado con motivo del Día del Trabajador, 2008.

(2)     León, Trotsky; Los sindicatos en la época del imperialismo. 1940.

(3)    Trotsky, León Control Obrero de la Producción. (1931)

(4)      Álvarez, Víctor; la cultura rentista”. Últimas Noticias. 2014.

(5)     Katz, Claudio; La economía desde la izquierda. (I y II)

(6)      Lenin, Vladimir; El Estado y la Revolución.

(7)      Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

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