II CONGRESO DE LA CLASE OBRERA
Nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, ratificó mediante su proverbial claridad e inigualable pedagogía política, la tarea histórica de la clase obrera venezolana en aquella estremecedora alocución del 8 de diciembre del 2012 ante su pueblo. En ella reiteró que se había puesto al frente de la larga lucha por la liberación nacional y la había culminado exitosamente, por tanto nos entregaba una Patria libre, soberana e independiente,
nos tocaba ahora conquistar el socialismo con la participación de la clase obrera en posiciones de vanguardia y fue en ese preciso contexto, en su hora menguada, que se inclinó por el camarada Nicolás Maduro Moros como el continuador del proceso revolucionario.De tal forma que la situación actual
resultante de la partida física de nuestro amado Comandante, ha demandado un
serio esfuerzo por elevar la consciencia revolucionaria y socialista de la
clase obrera en particular y del pueblo venezolano en general. La lógica del
capital, en nuestro caso es particular, en tanto se trata de un capitalismo
tardío, atrasado, periférico, fundamentado principalmente en la realización y
capitalización internacional de la renta petrolera para su posterior
redistribución. Nuestros lazos de dependencia son aún muy sólidos, lo cual
contribuye a intensificar la contradicción con el imperio, haciendo mayor su
asedio criminal al proceso revolucionario que se adelanta en la Patria de
Bolívar y Chávez. Esto agudiza y problematiza tremendamente la transición hacia
el socialismo, no exclusivamente en lo económico, sino también en lo político,
social, territorial y cultural pues, arrecian los enfrentamientos con la
contrarrevolución interna y con el imperialismo, en una sostenida batalla
ideológica en contra de la hegemonía ejercida por los aparatos mediáticos,
religiosos y educativos del status quo.
Hoy es una demanda cada vez más creciente
la necesidad de una dirección colectiva para la revolución, pues, durante todos
estos años la dirección integral del proceso recayó en la figura del
Comandante, invicto en todas las batallas, quien fue consecuente en su
compromiso con la clase obrera venezolana, reivindicando su protagonismo en el
proceso productivo y formulando permanentemente políticas dirigidas a mejorar
sus condiciones socioeconómicas. El Comandante Chávez a propósito de una nueva
jornada en la que acompaño a los trabajadores y trabajadoras en el marco de las
celebraciones para el 1º de mayo reflexionaba de la manera siguiente “…En
ese proceso de darle forma concreta al socialismo, de construirlo como se
construye un edificio (…), hay muchos factores que deben jugar su papel, pero
quisiera insistir en esto, (…), la clase obrera es imprescindible en la
construcción del socialismo. Es imprescindible.” (1)
(1)
Chávez
Frías, Hugo Rafael; Discurso pronunciado con motivo del Día del Trabajador,
2008.
En este mismo orden de
ideas, recientemente en el marco de una nueva conmemoración del 23 de enero de
1958, el Presidente Nicolás Maduro Moros afirmó que para hacer una revolución
socialista de verdad, genuina, se requiere de una clase obrera organizada y
empoderada. Tales afirmaciones dejan claramente planteado el gran valor
civilizatorio del trabajo como proceso social, reafirmando a la clase obrera
como una potente subjetividad constructora de una significativa historia,
portadora de una densa cultura política y una amplía tradición de lucha que la
humaniza grandemente.
Sin embargo, la
participación real de la clase trabajadora venezolana en el proceso de
construcción revolucionaria, ha estado siempre marcada por una decidida
actuación en su defensa, se ha levantado sin vacilaciones en los momentos más
cruciales de su devenir, esto sin poder superar las desgastantes luchas
signadas por un sindicalismo de resistencia reivindicacionista y economicista.
En las actuales circunstancias, es primordial cancelar el falso debate en torno
a la lucha económica y defensiva que desarrolla la clase obrera para
reivindicar; aumentos salariales, mejores ingresos, condiciones saludables y
seguras de trabajo y la lucha política que debe emprender para transformar
revolucionariamente a la sociedad y dirigirla al socialismo. Ambas luchas y sus
respectivos campos de acción, deben estar plenamente articuladas para poder
enfrentar al capitalismo con posibilidades de coronar en victoria el esfuerzo,
pues, por si solas, nunca lograran superar la injusticia, opresión,
depredación, enajenación y exclusión. La asunción por parte de la clase obrera
de la gestión directa, democrática y participativa del proceso social de
trabajo encierra la posibilidad histórica de romper con la separación de ambas
luchas (económica y política) y abre una clara posibilidad para sustituir al
Estado capitalista por un Estado de la clase trabajadora.
Resulta oportuno, señalar
que la clase obrera ha limitado su lucha y debilitado su misión histórica al
apelar solo a los sindicatos como instrumentos contra las formas económicas
fundadas en la explotación del trabajo humano. Conscientes estamos que la
construcción del socialismo debe hacerse desde el movimiento de los trabajadores,
más que desde el movimiento sindical. La clase obrera debe generar sus propias
formas de organización para cumplir con un conjunto de tareas que forman parte
de su misión histórica en esta complicada transición. Es una obligación del
movimiento de los trabajadores asumir la praxis revolucionaria, participando en
la articulación de los campos de acción y lucha de todos los oprimidos,
reconstruir el Bloque Histórico-Social para la construcción de una nueva
Hegemonía Democrática y practicar con eficiencia y calidad revolucionaria, el
control obrero de la gestión productiva tanto en la industria, como en los
campos, la pesca, el comercio y en el conjunto de las instituciones públicas.
La clase obrera está
obligada históricamente a crearlo todo de nuevo, tiene que hacerlo todo de
manera original, debe rebasar al estado burgués, es su destino “…engendrar de
su seno instituciones de tipo nuevo en el campo obrero…” tal como lo
sentenciara Antonio Gramsci por allá en 1920 en su periódico L’ Ordine Nuovo.
El Comandante Chávez nos exigió como clase obrera, trascender para ser cada día
más una fuerza político-social consciente, destacamento revolucionario de
hombres y mujeres templados, probados en las dificultades del combate por el
socialismo, creemos que con marchas y sus contramarchas, avances y retrocesos,
hemos estado a la altura de tal exigencia.
Ante lo arriba indicado,
es oportuno recordar al líder bolchevique León Trotsky cuando apuntaba que “Los
sindicatos en la época actual no pueden ser simplemente los órganos de la
democracia, como lo fueron en la época del capitalismo de la libre empresa y no
pueden, además, seguir siendo por más tiempo políticamente neutrales. Es decir,
no se pueden limitar a servir las necesidades cotidianas de la clase obrera, no
pueden seguir siendo anarquistas. Es decir, no pueden seguir ignorando la
influencia decisiva del Estado en la vida de los pueblos y las clases. No
pueden seguir siendo reformistas, ya que las condiciones objetivas no dejan
ningún lugar para cualquier reforma seria, duradera. El papel de los sindicatos
en nuestro tiempo es, pues, o el de servir como instrumento secundario del capitalismo
imperialista para la subordinación y el disciplinamiento de los obreros y para
obstruir la revolución, o, por el contrario, el sindicato puede convertirse en
el instrumento del movimiento revolucionario del proletariado.” (2)
Un proyecto civilizatorio,
la Revolución Bolivariana sin duda lo es, que tenga como centro la urgente
necesidad de humanizar a la humanidad, requiere dominar las formas brutales,
crueles y despóticas con las que el capitalismo pretende robar su destino a los
pueblos que luchan a lo largo y ancho del planeta Tierra. Dicho proyecto debe
combatir desde el campo; espiritual, ideológico y político a poderosos
intereses que realizan permanentes esfuerzos por vaciar el contenido histórico
de los procesos emancipatorios que millones, pueblos enteros, distintas
naciones como la venezolana llevan adelante, pretendiendo colonizar la
subjetividad de multitudes en el mundo, solo para dejar falsamente sentado, que
la historia ha llegado a su fin.
La Revolución Bolivariana
representa el arma política, el instrumento histórico, el proyecto de
modernidad que siguiendo el liderazgo del Comandante Supremo Hugo Chávez Frías
asumimos como pueblo para encarar la crisis por la cual transita el
capitalismo, en esta vital encrucijada cultural y civilizatoria planteada en la
denominada nueva época. Dicha situación nos condujo a decantarnos por la
alternativa socialista como ajuste de cuentas final con la barbarie y el
oprobio de las sociedades signadas por la explotación del hombre por el hombre,
la destrucción de la naturaleza y el fin de la racionalidad espiritual. La
construcción del socialismo, entendida hoy como la gesta heroica de pueblos con
la clase obrera en posiciones de vanguardia, que han logrado alcanzar
consciencia e identidad como sujeto histórico, sin duda constituye el
socialismo la opción epocal, la desesperada urgencia por suprimir al ya
desgastado modelo histórico capitalista, tanto en sus modalidades desarrolladas
como subdesarrolladas.
Experiencias como los
CLAP, las Comunas, el Conuco Periurbano, la Fabrica Comunitaria, los CPTT,
entre otras formas y estructuras en las que se organiza el poder popular
autónomamente, demuestran nuevamente como el pueblo, cuando adquiere
consciencia no se sienta a esperar a los que siempre llegan tarde e
improvisando a la cita con la historia. Lenin, Gramsci, Fidel, el Che, Trotsky,
el mismo Chávez constataron que el socialismo se construye desde lo concreto y
las experiencias arriba indicadas, hacen parte del relato que describe la
llamada transición al socialismo. Sin duda, ésta resulta ser una coyuntura
sumamente compleja, la cual nos impone a todos un mandato de renovación
general, de una transformación integral que siente las bases espirituales y
materiales del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI, proyecto formulado por el
Comandante Supremo y Eterno Hugo Chávez Frías, proyecto emancipatorio que es
síntesis y matriz de múltiples revoluciones políticas, económicas, sociales,
culturales que nos liberen del pesado fardo del rentismo petrolero, quien
fraguo esta suerte de enclave minero, provincia extractivista neocolonial
propia del capitalismo periférico, subdesarrollado y dependiente que hoy ha
decidido ser una Patria Bolivariana, Venezuela.
Es en este sentido que nos
replanteamos la imprescindible participación de la clase trabajadora en la
construcción del socialismo, recordando a Trotsky cuando nos señala “…Los
obreros no necesitan el control para fines platónicos, sino para ejercer una
influencia práctica sobre la producción y sobre las operaciones comerciales de
los patronos. Sin embargo, esto no se podrá alcanzar a menos que el control, de
una forma u otra, dentro de ciertos límites, se transforme en gestión directa.
En forma desarrollada, el control implica, por consiguiente, una especie de
poder económico dual en las fábricas, la banca, las empresas comerciales,
etc.”(3) El control de la producción por parte de los trabajadores y
trabajadoras en las fábricas, fundos, fincas, centros de comercialización y de
servicios que han sido recuperados para la nación por la revolución, debe estar
dirigido a ponerle fin a la: enajenación, jerarquización y salarización de la
relación de trabajo, la mentalidad gerencialista impuesta por la racionalidad
del capital debe ser superada con la transformación de los obreros salarizados
y enajenados en productores libres y asociados de la riqueza social.
Descomunal tarea ésta para
una clase obrera que recién está saliendo de un prolongado período, de un
verdadero laberinto caracterizado por la penumbra política, atomización
orgánica, atraso teórico, pragmatismo reivindicativista y desorientación ética.
Por tanto, es preciso un conocimiento profundo de nuestro país, de sus
realidades y contrastes, es prioritario descubrir su historia tal como siempre
no los demando el Comandante Chávez. Por tanto, resulta urgente caracterizar
con absoluta rigurosidad científica la etapa actual de desarrollo de la
revolución que transitamos, la cual debemos analizar bajo la mirada de la
concepción de progreso dialéctico multilineal, contraria a las visiones
cortoplacistas y dogmáticas unilineales que solo la interpretan como un proceso
sin traumas, accidentes, avances y retrocesos, haciendo de la transición al
socialismo un fin y no un medio como debe ser rigurosamente entendida.
La histórica condición de
construir el socialismo bolivariano a escala internacional, pasa por la
superación de sus formas subdesarrolladas, neocoloniales y periféricas, por tanto,
una de las tareas principales de la clase trabajadora en alianza histórica y
estratégica con nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, es echar andar en
la coyuntura actual, una poderosa y profunda revolución económica que haga
explotar a su máxima capacidad las fuerzas productivas, aún inhibidas por el
rentismo petrolero, en el marco de un nuevo tejido de relaciones en torno al
trabajo, superando al capitalismo de Estado o Rentístico, construyendo la base material
fundamental de la sociedad del buen vivir, de la máxima felicidad social, del
socialismo.
EL NUEVO MODELO PRODUCTIVO
En nuestro país desde la
aparición del petróleo el tema de la producción y distribución de la riqueza ha
estado estrechamente conectado a la transferencia de dicha renta a una sociedad
que permanentemente ha soslayado el debate en torno a su origen. Se impone y es
impostergable la superación de la mentalidad rentista para asumir una cultura
del trabajo productivo y liberador. En opinión de Víctor Álvarez ¨Desde que
apareció el petróleo en Venezuela, ha sido más fácil devorar la renta
comprándole al resto del mundo lo que bien podríamos estar generando
internamente con trabajo productivo. Importamos porque no producimos y no
producimos porque importamos.”(4)
En la fase de preparación
hacia el socialismo en la que nos hallamos inmersos se impone un férreo
esfuerzo por liberar y desarrollar las fuerzas productivas aún dormidas en el
seno de nuestra sociedad, potencial productivo que fue inhibido por efecto de
la renta petrolera. Es necesario afirmar y lo hacemos; no hay socialismo
subdesarrollado, no existe el socialismo rentista. Una severa disciplina y una
creciente estructuración orgánica de la clase obrera venezolana demanda la
actual coyuntura para poder construir un nuevo modelo productivo, una nueva
economía. Tomamos de esta manera distancia con la connotada desesperación
pequeño burguesa de ciertos sectores y actores de llegar al socialismo por
generación espontánea, sin tropiezo alguno, extremo éste que se junta con la
actitud claudicante de una cuestionada burocracia reformista que abandona todo
principio, aprestándose para asumir los intereses y valores de la clase
política y social que vinimos a desalojar del poder para enviarlos al basurero
de la historia. El socialismo como se ha dicho coloca la economía al servicio
de la humanidad, superando la salvaje lógica del capital, su labor es forjar
nuevas relaciones sociales productivas que no respondan a la voraz maximización
de la ganancia y pongan los medios de producción en manos de la clase
trabajadora para organizarlos, gestionarlos, administrarlos y optimizarlos en
el marco de la producción de riqueza para toda la sociedad.
De allí que sea central
retomar la recurrente propuesta referida a la industrialización de los
hidrocarburos, un sostenido reclamo de la historia nacional, que ha sido y es
una recomendación prudente de quienes entienden muy bien el riesgo de la
primarización de las economías del sur, circunstancia que nos hace doblemente
vulnerables por la excesiva dependencia de las exportaciones de materias
primas, sujetas a los vaivenes de un mercado internacional controlado por unos
30 bancos transnacionales y afectado por los constantes ataques especulativos
financieros dirigidos desde la triada imperial. (EEUU, UE y Japón).
Lograr concretar el modelo
de industrialización petrolero, implicaría la ampliación de la base productiva
para la exportación y la rehabilitación del atrofiado parque industrial
nacional, procurándonos en consecuencia mejores condiciones de competitividad
externa y posibilitando la construcción del tan esperado mercado interno,
aumentando nuestra eficacia productiva. Un mercado interno que fue mutilado por
la estructural ausencia de una sostenida demanda capitalista del campo, el
unilateral desmantelamiento arancelario a la producción agrícola importada por
las transnacionales y la consolidación del modelo rentístico petrolero que nos
fue asignado en nuestra condición de capitalismo periférico. Por supuesto que
no hubo, ni hay, una burguesía nacional que encarara con decisión este reto de
construir un mercado interno como condición para la expansión industrial.
Es oportuno señalar que la
llamada “burguesía criolla” no ha contado nunca con vocación industrialista y
mucho menos con voluntad exportadora; su inclinación ha sido siempre estimular
el consumo y minimizar la inversión, nunca ha creído en las leyes de oferta y
demanda largamente pregonadas por la economía clásica y neoclásica, por tanto
no funda en tales leyes sus expectativas de maximización de ganancias. Su
mirada ha estado puesta principalmente en la especulación financiera y el
saqueo al erario público. El objetivo que se planteó, fue trazar un plan de
espiral en los precios que ningún modelo económico conocido logra explicar,
instaurando una ley de la selva en medio de una vorágine salvaje que pulveriza
las esperanzas del pueblo trabajador. No podían abandonar su mejor arma
política, la guerra económica, la cual tiene como propósito producir un
estallido social. Todo nos indica que está llegando la hora de una ruptura, de
un cambio de rumbo, pues durante años se le otorgó protagonismo económico a una
clase empresarial que acumuló y transfirió delictivamente al exterior, los
frutos de la riqueza socialmente producida en el país, aprovechando la
distribución de la renta petrolera, la explotación de la clase obrera, el
endeudamiento público y la capitalización privada del ingreso nacional.
Hoy, está a la vista su
fracaso en la gestión capitalista de la economía, FEDECAMARAS
y la oligarquía canastillera, especuladora e importadora, son
los principales responsables de la actual crisis económica; la misma que ha
sido profundizada por el bloqueo imperialista, la pandemia del coronavirus, la
agresión e injerencia con las mal llamadas sanciones y los intentos fascistas
de acabar con la Revolución Bolivariana. No hubo, ni hay “burguesía nacional”
que asumiera el reto de industrializar el petróleo, de construir un mercado
interno, ampliando la demanda del campo a la ciudad, haciendo crecer la
frontera agrícola y creando las condiciones para la expansión económica. En la
actual coyuntura dicha “burguesía” criolla ha trazado un plan con el auxilio
del imperio que se inició con el desabastecimiento programado, el estímulo al
bachaquerismo, el tráfico del papel moneda, siguiendo con la cotización
delictiva del dólar paralelo, atacando al bolívar y disparando una ruinosa
dinámica hiperinflacionaria.
Argumenta con descaro esta
oligarquía pseudo burguesa, que la inflación es el resultado de los excesivos
controles gubernamentales, ocultando su persistente comportamiento anti Patria,
expresado en la no inversión, la especulación financiera, la voracidad
hiperinflacionaria y la sostenida fuga de capitales. Claudio Katz, un camarada
argentino de NuestrAmérica, nos ilustra el aspecto inflacionario vía formación
de los precios de la siguiente manera: “Los precios no se disparan por el
exceso de supervisión, sino por el carácter timorato de una regulación centrada
en el número final y no en la formación de esas cotizaciones. En esa gestación
la rentabilidad es tomada como un dato sagrado, que sólo conocen los dueños de
las empresas y sus gerentes. Si esta información no se democratiza, la
inflación continuará siendo una enfermedad misteriosa para todos los
consumidores (…) Pero también hay que desenmascara el carácter mítico de la
libertad de precios en una economía concentrada y la inoperancia de los
acuerdos con las cúpulas empresariales”. (5)
Ante un actor económico
como el descrito y una situación tendente al caos generalizado, nuestra
revolución ha formulado un racimo de políticas que mezclan las clásicas medidas
de ancla monetarista con la doctrina de protección social al pueblo. Se ha
mostrado precaución en materia tributaria y evitado la saturación fiscal sobre
quien ha decidido invertir en condiciones de riesgo. La flexibilización en el
control de cambios ha buscado un equilibrio con un dólar paralelo que como
sabemos se alimenta de los desequilibrios. Sin embargo, hoy pueden exhibir
dichas políticas, victorias sobre la espiral hiperinflacionaria, acompañada de
una incipiente contraofensiva en defensa del signo monetario nacional con la
implementación del bolívar digital. No ha sido una formulación de políticas
fácil, presenta “daños colaterales” como suelen decir los neoliberales, las
heridas de la guerra económica están presentes en la epidermis y en la psique del
pueblo venezolano. La lucha contra la hiperinflación, (de 130.000% en 2018 a
1.000 % aprox. en 2020) presenta victorias coyunturales, aunque haya venido a
aumentar de forma preocupante la brecha social que el capitalismo sostiene como
garantía de su propia permanencia.
No estamos enfrentando un
comportamiento regular de la cotización monetaria nacional, no se deprecia
nuestro bolívar por la oferta y demanda de divisas, sino como resultado de una
práctica delictiva, de un ilícito cambiario que no cuenta con ningún soporte en
la economía real. Reiteramos que la manipulación de la moneda, del mercado
cambiario, el ataque al bolívar es una operación de guerra económica que
constituye la más formidable arma política de desestabilización en manos de la
contrarrevolución y el imperio en su empeño por acabar con nuestra experiencia
emancipatoria, con la Revolución Bolivariana.
En este contexto de
urgencias para alcanzar la gobernanza económica, es por demás pertinente,
coherente, una firme, categórica y contundente política de fortalecimiento a
las rentas básicas de la clase obrera y el pueblo en general. La impostergable
defensa del bolívar debe traducirse en el fortalecimiento del salario e ingreso
familiar, especialmente de los trabajadores y trabajadoras del sector público,
así como de los pensionados y pensionadas, compatriotas que no estamos
dispuestos a entregarles como trofeo de guerra a la contrarrevolución interna y
al imperialismo, quienes manipulan para aumentar el malestar social y
aprovechar la apatía política. Es necesario implementar la medida de mantener
bajos los intereses para préstamos bancarios al ciudadano y para la producción,
consolidando de esta manera un oportuno mecanismo de estímulo a la demanda, de
apalancamiento al consumo y la producción, dando un vital soporte a la
reactivación económica nacional.
De igual forma, resulta
necesario acelerar el paso en la salarización del sistema de bonos que protegen
a los hogares de la Patria, a la madres en periodo de lactancia, mujeres
embarazadas, personas con alguna discapacidad funcional, jóvenes en situación
de desempleo y sin estudiar, la configuración como política del Ingreso
Familiar, la reconversión de las contrataciones colectivas en nuevas fuentes
del salario social, la prestación dineraria universal vía Carnet de la Patria y
por supuesto, la homologación de pensiones en los términos establecidos por la
CRBV. La probada vocación protectiva de nuestro gobierno, se traduce hoy en una
verdadera doctrina en materia de políticas sociales, la cual toma debida
distancia del asistencialismo de corte fondomonetarista, convirtiéndose en una
firme palanca revolucionaria que se le brinda al pueblo para que por sí mismo
conquiste su emancipación. Por ello, afirmamos que se debe mantener la
expansión de la inversión social, mediante progresivos reajustes de todos los
planes operativos en la administración pública hoy deficitarios producto del
ataque al bolívar.
La inversión social
calificada ideológicamente por los neoliberales como gasto público, se halla
plenamente justificada pues sin duda, ha venido evitando una mayor contracción
del consumo cotidiano en las familias venezolanas, impidiendo un indeseable
retroceso en los indicadores sociales alcanzados en revolución y compensando la
atroz reducción del pulverizado poder adquisitivo de la clase trabajadora. Así
mismo, estimamos conveniente estudiar el progresivo, sistemático y planificado
incremento en la emisión de la masa monetaria inmaterial o también llamada
inorgánica que circula en el torrente financiero interno, respaldándola
financieramente en las inversiones que arriben al país por efecto de la Ley
Antibloqueo. En todo caso esto solo representaría un mal necesario, mientras no
logremos reimpulsar las fuerzas productivas afectadas por el bloqueo y la
crisis general del capitalismo. El aumento del circulante como ya sabemos no
tiene efectos inflacionarios más allá de los naturales y no resultaría tan
dañino como el generado por los constates ataques al bolívar y la profunda
depresión económica ocasionada con la hiperinflación inducida.
EL DESAFIO DE LA
TRANSFORMACION REVOLUCIONARIA DEL ESTADO
Un gran desafío para la
clase trabajadora lo representa indiscutiblemente el demoler al Estado burgués
actual, poderoso freno conservador a las profundas transformaciones que el
tránsito hacia el socialismo exige. Este pesado aparato institucional contiene
la filosofía, la ideología, la memoria de la clase económicamente poderosa en
el país y es un gran obstáculo a los avances de la revolución. Un intricado
tejido de relaciones, instituciones, leyes, costumbres y procedimientos que
determinan la dinámica social bajo la lógica del capital representan a dicho
Estado. En torno a este importante aspecto debe quedar meridianamente claro que
son inservibles las estructuras del Estado capitalista, armas melladas como
diría el Comandante Che Guevara. La teoría del Estado inspirada en la doctrina
marxista nos enseña que el Estado Burgués debe ser destruido desde sus
cimientos, los reformistas se extravían en su pensamiento y acción al soñar con
una extinción prolongada, interminable agonía del orden dividido en clases
sociales, en todo caso lo que ha de extinguirse en su deriva hacia una forma
superior de sociedad, es el Estado Obrero, construido por los oprimidos de
todas las horas.
Apelemos a los propios
padres del Socialismo Científico invocados por uno de sus más geniales
continuadores para seguir tratando el complejo tema de la transformación del
Estado venezolano. …“El Estado–dice Engels, resumiendo su análisis histórico-no
es, en modo alguno, un poder impuesto desde fuera a la sociedad (…) para que
estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no
devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso hízose necesario un poder
situado, aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el
conflicto, a mantenerlos dentro de los límites del ´orden´. Y este poder, que
brota de la sociedad, pero que se coloca por encima y que se divorcia cada vez
más de ella es el Estado (…) Según Marx, el Estado es un órgano de dominación
de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del
‘orden’ que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre
las clases”. (6) Ha quedado expresamente claro el carácter represor del Estado,
que nace de la sociedad pero, se erige en superestructura dominante que expresa
el poder de una clase sobre otra. En el capitalismo el Estado Burgués sin
ninguna duda es el poder del capital sobre el trabajo, del burgués sobre la
clase obrera. En las sociedad socialista se rompe el esquema de dominación de
clase, se transforman las relaciones de producción y necesariamente debe surgir
un nuevo Estado.
Un prolongado, cruento e
incruento proceso de luchas sociales de diferentes matices (armada, sindical,
popular, ciudadana, gremial, estudiantil, comunal, militar, insurreccional,
electoral, entre otras) ha precedido lo adelantado bajo el liderazgo del Comandante
Chávez, un inédito e histórico proceso constituyente que hizo posible una carta
de derechos fundamentales que entre otros elementos destacan, los referidos al
carácter del Estado que se funda, sus fines más estratégicos, los procesos que
lo orientan, el nuevo tramado institucional y el objetivo estratégico otorgado
a la economía.
La Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, nuestro cuerpo jurídico de mayor jerarquía
y máxima norma reguladora, orientada por los valores superiores del respeto a
la dignidad humana, por la reivindicación de la justicia, la preservación de la
libertad, la igualdad, la democracia, el ejercicio pleno de la solidaridad, la
responsabilidad social y la preeminencia de los derechos humanos, fue la piedra
angular de la gesta del Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, en su lucha
histórica por construir una sociedad justa, igualitaria y pacífica, siempre en
contra del capitalismo y su ideología neoliberal.
Tal concepción del Estado
constitucionalmente recogida merece ser expresada en los términos expuestos por
el constituyente que muestra la profundidad de nuestra CRBV. “Venezuela se
constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que
propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación,
la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia,
la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos
humanos, la ética y el pluralismo político (…) El Estado tiene como fines
esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad,
el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una
sociedad justa y amante de la paz, la
promoción de la
prosperidad y bienestar (…) del pueblo La educación y el trabajo son los
procesos fundamentales para alcanzar dichos fines (…) garantizando la creación
y justa distribución de la riqueza, así como la producción de bienes y
servicios que satisfagan las necesidades de la población.” (7)
En tal sentido la
aplicación de la CRBV como el instrumento para desplazar a esa clase que
usufructuó el poder impunemente durante todo el siglo XX fue la pulsión
principal del Comandante. Frente a esto, no tardó la oligarquía fascista en
desatar su oposición y resistencia al ser aprobada la Constitución y sobre todo
a partir de la elaboración del sistema de las llamadas Leyes Habilitantes,
promulgadas por la revolución mediante los poderes especiales que fueron
otorgados al Presidente Chávez. Instrumentos que se convirtieron en los brazos
legales ejecutores de los conceptos constitucionales de carácter
revolucionario. Sin duda no ha sido en apariencia un hecho violento, pero en
esencia es una lucha violenta expresada en todos los esfuerzos realizados
durante todos estos años para desplazar del poder por la violencia al
Comandante Supremo Hugo Chávez Frías y ahora al Presidente Obrero Nicolás
Maduro Moros.
Es meritorio afirmar que
estamos ante una revolución, no de corte clásico, sino una revolución que toma
cuerpo y curso en el área de influencia histórica del componente más hegemónico
de la triada capitalista, los Estados Unidos de Norteamérica. Una revolución
que opera con acentuadas limitaciones en el plano super estructural o como
diría la investigadora Carlota Pérez, la dimensión socio-institucional. Existen
señales de esta transformación en el marco del Estado Bolivariano que pauta la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la configuración de ese
nuevo Estado, es lo que se ha dado en llamar con mucho énfasis la nueva
institucionalidad. Sin embargo, debemos advertir que la materialización de la
abstracción constitucional es parte de la elaboración misma que la revolución
adelanta, este es un trabajo a veces casi imperceptible y otras veces
tumultuoso y hasta violento.
No estamos ante un Estado
esencialmente burgués tal como lo señala Lenin citando a Engels “...una fuerza
pública separada de la masa del pueblo (...) una clase particular de individuos
en cuyas manos se haya concentrado el poder”. Pero, si nos hallamos con un
pueblo que ha dejado de ser masa irredenta para ser sujeto social tal como lo
define el profesor Francisco Hidalgo Flor “...se constituyen en sujetos
sociales (los pueblos) cuando recuperan su historia e identidad cultural, para
sí mismos y frente a otros grupos y sujetos sociales, tienen una propia opción
de futuro, y una plataforma de lucha; poseen sus intelectuales orgánicos,
constituyen una organización sólida; se convierten en actores políticos; están
en condiciones de plantear sus problemas en forma independiente y con plena
legitimidad social”.
La burguesía venezolana
pro imperialista y altamente dependiente de la renta petrolera, nunca ha
abandonado el carácter violento de su lucha, a pesar de las apariencias legales
y democráticas es radicalmente opositora a la CRBV. Cuando la asume y hace su
defensa ejerce de demagogia con vulgaridad y descaro. De retomar el gobierno su
primer paso sería la derogatoria plena de la CRBV, desmontar al prefigurado
Estado Bolivariano, que se fraguó bajo un preciso mandato de ruptura con los
esquemas institucionales del Estado cuarto-republicano. Su propósito es barrer
con el sistema jurídico jurídico-político basado en el respeto a la dignidad
humana, fundamentado en el ideario bolivariano y en sus valores de igualdad,
libertad, justicia y paz. La participación protagónica del pueblo es la llave
fundamental para la ruptura con dicho esquema y la clase obrera, campesinos y
campesinas, pescadores y pescadoras, las comuneras y comuneros son los sujetos
fundamentales para esa histórica tarea.
Así vemos como el Estado
Democrático y Social de Derecho y Justicia, constituye una expresión que nace
de las relaciones de clase que existían en 1999, pero, prefigura una nueva
relación de clases en Venezuela y proporciona herramientas para la construcción
de esa nueva relación de clases, delineando un nuevo Estado que surja de ese
cambio sustancial en lo social y económico, soñado por el Comandante Supremo.
Estamos ante una burguesía explotadora, parasitaria en alto grado de la renta
petrolera, precariamente productiva, basada en la economía de importación, en
la manipulación monetaria y con un alto contenido antipatriótico. Esa es la clase
dominante que debería integrarse por mandato constitucional a la “justa
distribución de la riqueza socialmente producida”. No lo han hecho hasta ahora
y tenemos fundadas razones para asegurar que no lo harán, por solo reflejo de
clase lo afirmamos. Ante lo señalado, hemos venido planteando que la clase
obrera debe superar las posiciones reformistas y empinarse como clase
genuinamente revolucionaria para fundar su propio Estado.
Desde la fundación de la
Central Bolivariana Socialista de Trabajadores, (CBST-CCP) se ha planteado este
debate, forzado por las circunstancias de contingencia que mantiene a nuestro
proceso en una permanente condición de movilización ante las agresiones y
arremetidas de la derecha contrarrevolucionaria nacional y el imperialismo. La
clase obrera venezolana es blanco permanente de esa ofensiva, expresada en
múltiples intentos para apartarla del campo revolucionario e incorporarla a las
filas de la contrarrevolución. Pretenden mantenerla en el discurso recurrente y
desgastante del reivindicacionismo intrascendente, aferrada a una lucha
meramente económica, alejándola del debate político e ideológico dirigido a
definir con claridad el rol de la clase en la transformación revolucionaria de
nuestra sociedad.
Al llegar a este punto resulta
meritorio destacar como ha ganado espacio en la consciencia y la praxis de la
clase trabajadora venezolana, la firme disposición de encarar esta nueva crisis
del capitalismo, ahora agravada por la pandemia del coronavirus, enfrentarla
desde una perspectiva que nos haga más resistentes y consistentes. Por tanto,
es nuestro deber como clase obrera en la actual coyuntura, acumular fuerzas,
conservando la iniciativa política, recreando nuestros programas de
lucha-emancipación, esto es central, en tanto representa la única forma de
enfrentar al capitalismo senil, entender sus tensiones y caracterizar sus
contradicciones, pues sin lugar a dudas la burguesía y el imperialismo no se
van a quedar cruzados de brazos a esperar que transitemos pacíficamente hacia
el socialismo.
Debemos hacernos de un
renovado internacionalismo proletario para construir la única alternativa
histórica sostenible en lo ambiental, humano y social para la nueva
civilización. Urge estar firmemente ganados, decididamente inclinados a la
posibilidad de transformar a fondo nuestras prácticas, conductas, métodos y
revisar racionalmente las actitudes inflexibles y las miradas dogmáticas.
Somos llamados a perfilar
nuevos mecanismos democráticos para gestionar lo productivo y preservar al
trabajo como centro vital de la sociedad.
Está planteada como nueva
realidad post Covid-19, una recomposición muy violenta, sumamente bárbara del
capitalismo, de allí que lo concreto sea intensificar la lucha de clases.
Frente al desempleo, la desigualdad, la pobreza correlato trágico de esta
crisis agravada por la pandemia, se nos impone avanzar sin vacilaciones hacia
nuestra opción civilizatoria, el socialismo. Por tanto, es una tarea de primer
orden para la clase obrera, transformar revolucionariamente el actual Estado,
su terca persistencia y funcionalidad burocrática, constituye el escollo super
estructural más poderoso en nuestro camino hacia la emancipación.
Comisión Organizadora
Febrero 2022
(1)
Chávez Frías, Hugo Rafael; Discurso pronunciado con motivo
del Día del Trabajador, 2008.
(2) León, Trotsky; Los sindicatos en la
época del imperialismo. 1940.
(3)
Trotsky,
León Control Obrero de la Producción. (1931)
(4) Álvarez, Víctor; la cultura rentista”. Últimas
Noticias. 2014.
(5) Katz, Claudio; La economía desde la
izquierda. (I y II)
(6) Lenin, Vladimir; El Estado y la Revolución.
(7) Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela.
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